Esteban Rafael
Soy un apasionado del pensamiento crítico, la educación y la tecnología de la información. Durante años, he estudiado las ideologías posmodernas con un enfoque en la Cuarta Revolución Industrial y la Cultura Woke, analizando su impacto en la sociedad y en la fe.
Nací en Maracaibo, estado Zulia – Venezuela, en 1980. Estudié economía en la Universidad del Zulia y, en mis primeros pasos profesionales, me gradué como técnico de hidrocarburos, un homenaje al principal recurso natural de mi país: el petróleo.
Desde mi juventud y hasta 2015, fui activista político en defensa de la libertad, guiado por mis valores de derecha patriota. Esta pasión por comunicar y defender la verdad me llevó a desarrollar habilidades en tecnología, fotografía y diseño audiovisual. Entre 2011 y 2013, viví en Irlanda, donde profundicé mis conocimientos en Tecnología de la Información y Diseño Web. Desde 2014, resido en el Reino Unido, donde he experimentado algunos de los momentos más difíciles y transformadores de mi vida.
De la crisis a la conversión: mi camino de vuelta a la fe
A pesar de haber crecido en un hogar católico y haber recibido los sacramentos de iniciación cristiana, mi fe se había convertido en algo cultural más que espiritual. Me eduqué en colegios de hermanas dominicas, pero con el tiempo me alejé de la Iglesia. La muerte de mi padre fue un punto de quiebre: su partida me dejó en un estado de confusión y vacío que intenté llenar con los placeres del mundo.
La vida desordenada en la que caí no tardó en pasar factura. Busqué refugio en la lujuria y la prostitución, intentando escapar de una realidad que me abrumaba. Luego, la pandemia llegó para acelerar mi caída. En medio de la incertidumbre y el aislamiento, mi familia llegó a un punto de casi total destrucción. Me vi atrapado en un pozo sin salida, preguntándome cómo había llegado hasta allí.
La necesidad de respuestas me llevó a buscar ayuda espiritual. Pero lo hice lejos de la Iglesia Católica. Inglaterra, el país donde resido, es mayormente protestante, y rápidamente encontré apoyo en diversas denominaciones: anglicanos, bautistas, adventistas y, finalmente, presbiterianos. En cada una de estas comunidades fui bien recibido. Me ofrecieron materiales, Biblias (con solo 66 libros), estudios y acompañamiento. Recuerdo cómo en algunas iglesias exigían diezmos obligatorios, mientras que en otras eran voluntarios. También tenían programas bien organizados para integrar a los nuevos miembros, seguían en contacto constante conmigo por WhatsApp o Facebook y estaban allí en mis momentos más oscuros.
Todo eso me fue convenciendo poco a poco de que allí estaba la verdad. En mi mente, ya casi me había convertido en protestante. Mi rechazo a la tradición católica se intensificó: negué la veneración a la Virgen María, el respeto al Papa y todo lo que antes consideraba parte de mi identidad religiosa. Me deshice de imágenes, crucifijos y cualquier rastro de mi fe católica.
Pero Dios tenía otros planes.
La señal que lo cambió todo
La crisis en mi familia se agravó cuando mi esposa sufrió un fuerte colapso emocional. Buscando ayuda para ella, contacté psicólogos creyentes, amigos protestantes y católicos que nos apoyaron diariamente. En mi mente, la solución estaba clara: ella debía buscar la conversión y un cambio de vida, mientras que yo necesitaba reencontrarme con la Trinidad… fuera de la Iglesia Católica.
Con ese propósito, empezamos a asistir con más frecuencia a la iglesia presbiteriana. Al parecer, ella se estaba adaptando a los cultos dominicales, y yo sentía que cada vez daba más pasos hacia el protestantismo. Pero entonces, algo inesperado ocurrió.
Mi esposa me pidió que buscáramos una iglesia católica. Fue una recomendación de su psicóloga (quien también era católica) y, por simple curiosidad, decidimos asistir. Fuimos algunas veces a una parroquia cercana a la escuela de nuestros hijos. Pero yo aún no estaba convencido.
En un momento crucial, le hice una pregunta directa a mi esposa:
“¿Quieres bautizarte en la iglesia presbiteriana reforma?”
Yo estaba dispuesto a seguirla. Después de todo, ya había aceptado muchas enseñanzas protestantes. Pero su respuesta fue un rotundo NO.
Ese fue el punto de quiebre. Su negativa fue la señal que necesitaba para ver con claridad. En ese instante, sentí que todas mis dudas se desmoronaban y que Dios me estaba llamando de vuelta a casa.
De repente, todos los recuerdos de mi educación católica regresaron. Me di cuenta de que lo que realmente necesitaba no era una iglesia más que se adaptara a mi situación, sino la verdadera Iglesia que Cristo fundó. Comprendí que si quería encontrar paz, debía buscar orden, y solo la Iglesia Católica podía ofrecérmelo.
Lo que encontré en la Iglesia Católica
Después de todo mi viaje espiritual, entendí que en la Iglesia Católica estaban las respuestas que tanto había buscado:
- Historia – La Iglesia Católica no es una denominación más, sino la única fundada por Cristo hace más de 2,000 años.
- Orden – A diferencia de la confusión doctrinal que viví en el protestantismo, en la Iglesia encontré un Magisterio sólido y una fe bien fundamentada.
- Fe – Regresé al encuentro con Cristo, no según interpretaciones personales, sino dentro del Cuerpo Místico de la Iglesia.
- Tradición – Comprendí la importancia de la enseñanza apostólica y la veneración a la Virgen María, a quien antes había rechazado.
- Unión – Ya no me sentía solo ni dividido doctrinalmente, sino en comunión con la Iglesia Universal.
Han pasado más de cuatro años desde ese momento. Ha sido un proceso duro y todavía continúa. Me tocó estudiar desde cero la Biblia, la historia de la Iglesia y la catequesis. También me preparé para los ataques y las dudas que inevitablemente surgen cuando se deja atrás el error.
El mayor milagro de todo esto es que, después de haber renegado de ella, me he reconciliado con la Madre. Al final, fue la Virgen María quien me tomó de la mano y me guió de regreso a la casa del Padre.
Hoy, con alegría y gratitud, puedo decir:
Estoy en casa.
Si has llegado hasta aquí, es porque mi historia y mi contenido resuenan contigo.
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